lunes, 4 de junio de 2007

Por Paula Peyseré



La Costa

La imprudencia,
la imprudencia,
la falta de billete ante el puesto de revistas,
las mesas de las parrillas que ocupan la vereda nos deprimen.
La chica que atiende el puesto de marrón
pone Reincidentes a todo volumen.

En ojotas por las góndolas no se puede caminar,
las hebillas de moda no paran, no sirven,
no agarran bien el pelo.

La carreta carga-garrafa está construida
con una cuna de bebe oxidada y llantas de playera
celeste que le adosaron.
El kiosco es un problema compuesto;
pistolas de agua, patos que se inflan, colgantes de hello
kitty marinera, hello kitty escritora, hello
kity musulmana;
todas las hello respetando a la kioskera
que tiene un retraso mental de trece.
-No me vas a cobrar dos pesos, me vas a cobrar solamente uno-
si cargué tres termos a la redonda y no pagué más que una moneda...


Paseamos por el bosque que alquila caballos.
Es de una lógica milenaria
haber decidido domar a los caballos, pero para nosotras
está claro, está a la vista
que hay un problema, y es de tamaño.

Hacemos una caminata de dieciseis kilómetros para el lado de Mar de ajó,
para el lado de la lluvia intermitente,
para el lado del castillo en proceso de evaporación;
las niñas son las sirenas,
los niños son los bomberos.
Las madres aplauden a los niños que los padres llevan en hombros.

Hacemos una caminata de veinte kilómetros para el lado de Mar de ajó,
para el lado de la lluvia de hecho,
para el lado del hotel enorme con forma de cubo platinado
que tiene pedicuría, tiene cine y tiene spa:
no sabemos suponer si a estos huéspedes
les intriga salir al balneario.


Por Mercedes Halfon

Nos seducen los árboles
no pueden cambiar de posición bajo la lluvia
hay quien grita en el momento del rayo
o llora cuando alguien se despide
la escena del pasado
atravesar la avenida más ancha del mundo
los lugares donde tus padres nos llevaban a comer
ahora leo las vitrinas al derecho
yo no entendía el idioma de las cartas

--

porque acepto la aventura del hombre
la mano metida en una pileta de tréboles
ser pequeña y bailar frenética
en un cuarto de dos por dos
donde el vino se derrama sobre las alfombras
velocidad crucero
un vuelo a otro continente
la felicidad es posible como esta hornalla
prenderla es comprobar
la existencia del fuego

--


tengo la mayor parte de mi cuerpo cubierta
tengo dinero
tengo en la cartera
algunos cigarrillos, chicles,
monedas para viajar
cosas que puedo necesitar
más adelante
voy en colectivo
algo que no detecto
tensa el arco
en dirección única
una pregunta para hacerle a los desconocidos
¿estás bien
o a veces estás triste?

--

los rastis del puerto

hace once días que estoy sola
nada se detiene en la cinta de embalar
voy a decir después hablamos
cerrando la puerta del auto
o cortando el teléfono
y no me van a ver más el pelo

por el momento solo interesa rescatar
lo que se puede de la casa
un cambio climático
tirar el chicle y morder el papel

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